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Y ESPERO QUE NO TE ENOJES

Fuente: Karla Aparicio | Revista Personae

¿Sabes todo lo que pasa cuando nos enojamos?

Es bueno saber que cuando nos enfadamos, nuestro cuerpo es tan sabio que prepara un mecanismo para reaccionar y procurar que nos calmemos; y es que, si no tenemos un control adecuado de nuestros enojos, puede afectar severamente nuestra salud.

Imagina que cuando nos enojamos una bola de fuego se instala en nuestro cuerpo y produce en nosotros reacciones nada gratas: tensión, incitación, exacerbación y, a su vez, alteran el ritmo y frecuencia cardíaca, la presión arterial sube, se incrementan los niveles hormonales y este fuego se convierte en una verdadera bomba que tiene que estallar tarde o temprano.

Fíjense todo lo que nos pasa cuando este sentimiento se aloja en nosotros:

Nuestro cerebro libera:

  • Noradrenalina: una hormona que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco.
  • Dopamina: nos impulsa a ser competitivos y a crear un mecanismo de defensa ante un peligro.
  • Glutamato: es el neurotransmisor estimulante más abundante en el cerebro, implicado en la regulación de sistemas motores, sensitivos y cognitivos.

Y aumentan los niveles de:

  • Adrenalina: en situaciones de tensión aumenta la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, la glucosa en la sangre y acelera el metabolismo.
  • Cortisol: que prepara al cuerpo para una respuesta de huida.

Y en contraparte hay una disminución de:

  • Serotonina: que hace que los vasos sanguíneos se estrechen.
  • Vasopresina: que sirve para la contracción de los vasos sanguíneos, regulando la presión arterial.

¡Pues sí! Todo esto le pasa a nuestro cuerpo, es por lo que sentimos que la cara se sonroja o se frunce, que nuestros puños se aprietan, al igual que nuestra mordida o las manos tiemblan. El corazón se acelera, así como la respiración; las pupilas se abren más de lo normal, se tensa todo: los párpados, la barbilla, los labios, los hombros y el cuello. Además de lo físico, produce algo muy triste, porque saca lo peor de nosotros. Y después de unos minutos nos duele la cabeza y luego, con el tiempo, se nos presentan las “itis”: colitis, gastritis y demás. Es que en un episodio de enojo prácticamente se nubla la parte más lógica y congruente del cerebro para incrementar la actividad cardiovascular y respiratoria. Porque un enojo te prepara para una pelea o huida.

¿Sabes todo lo que pasa cuando nos enojamos?

Es bueno saber que cuando nos enfadamos, nuestro cuerpo es tan sabio que prepara un mecanismo para reaccionar y procurar que nos calmemos; y es que, si no tenemos un control adecuado de nuestros enojos, puede afectar severamente nuestra salud.

Imagina que cuando nos enojamos una bola de fuego se instala en nuestro cuerpo y produce en nosotros reacciones nada gratas: tensión, incitación, exacerbación y, a su vez, alteran el ritmo y frecuencia cardíaca, la presión arterial sube, se incrementan los niveles hormonales y este fuego se convierte en una verdadera bomba que tiene que estallar tarde o temprano.

Fíjense todo lo que nos pasa cuando este sentimiento se aloja en nosotros:

Nuestro cerebro libera:

  • Noradrenalina: una hormona que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco.
  • Dopamina: nos impulsa a ser competitivos y a crear un mecanismo de defensa ante un peligro.
  • Glutamato: es el neurotransmisor estimulante más abundante en el cerebro, implicado en la regulación de sistemas motores, sensitivos y cognitivos.

Y aumentan los niveles de:

  • Adrenalina: en situaciones de tensión aumenta la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, la glucosa en la sangre y acelera el metabolismo.
  • Cortisol: que prepara al cuerpo para una respuesta de huida.

Y en contraparte hay una disminución de:

  • Serotonina: que hace que los vasos sanguíneos se estrechen.
  • Vasopresina: que sirve para la contracción de los vasos sanguíneos, regulando la presión arterial.

¡Pues sí! Todo esto le pasa a nuestro cuerpo, es por lo que sentimos que la cara se sonroja o se frunce, que nuestros puños se aprietan, al igual que nuestra mordida o las manos tiemblan. El corazón se acelera, así como la respiración; las pupilas se abren más de lo normal, se tensa todo: los párpados, la barbilla, los labios, los hombros y el cuello. Además de lo físico, produce algo muy triste, porque saca lo peor de nosotros. Y después de unos minutos nos duele la cabeza y luego, con el tiempo, se nos presentan las “itis”: colitis, gastritis y demás. Es que en un episodio de enojo prácticamente se nubla la parte más lógica y congruente del cerebro para incrementar la actividad cardiovascular y respiratoria. Porque un enojo te prepara para una pelea o huida.

Y aquí está lo más interesante, señala que cuando esta irritación llega, se convierte en energía y se instala en el cuerpo; es cuando los puños se aprietan, pero no puedes dedicarte a golpear, sin embargo la energía ha sido creada por el disgusto y necesita ¡si o si! ser liberada de alguna manera. Porque si no es así, esta energía se paraliza y es cuando se convierte en bloqueo, y estos se van acumulando y después todos ellos quieren ser liberados cual olla de presión. Como no debemos responder al enojo con un golpe, (socialmente no está permitido), se reprime y esa energía no se destruye ni se evapora, ahí se queda y es cuando paraliza una parte del cuerpo creando un bloqueo y algo dentro de nosotros se demoniza. La solución para dejar salir este bloqueo es liberar esa potencia, ¿cómo podemos liberarla? Con más energía. En el libro nos sugieren que después de un enfurecimiento nos salgamos a la calle a caminar, a correr, a saltar, a bailar, a andar en bicicleta, a pasear al perro, para contraer todos los músculos y después relajarlos, etc. Pero que evitemos a toda costa quedarnos quietos, para que esta fluya, se marche y no se convierta en un nuevo bloqueo. Te sorprenderá lo que sucede, porque te sentirás ligero y relajado.

La energía siempre es neutral, pero la creada por el enojo no, es destructiva por sí misma, es destructiva solo porque se usa en la forma de enojo. Hagamos mejor uso de ella, porque si no es así, continuará existiendo de una forma corrosiva. No puede desaparecer a menos que hagamos algo. Si aprendemos a hacer uso de esto, podremos revolucionar nuestra vida.

La energía debe ser usada, sino se convertirá en algo autodestructivo y hasta pervertido.

Pero también existen los viejos trastornos o bloqueos, que son los enojos que contuvimos. Un método para liberarlos es que nos dejemos ser totalmente salvajes, en un cuarto cerrado, dejando ir todas las ideas guardadas a la fuerza en nosotros mismos. ¡Hay que soltarlas! Danzando, saltando, dejándonos caer en el suelo, golpeando a un imaginario o a una piñata con fuerza, llorando. Al hacerlo, observemos lo que sucede: después de un mes o dos de llevar a cabo este experimento, nos sorprenderemos con los resultados. Porque los viejos bloqueos encontrarán su salida y sentiremos nuestro cuerpo mucho más saludable y sano. Así hemos encontrado la liberación.

Después de soltarlos debemos cuidarnos para desarrollar nuevos. Un cuerpo sin bloqueos es un cuerpo sano, florece, no hay desarmonía. Se vuelve un cuerpo hermoso, es entonces cuando los ojos se ven bellísimos y aún el cuerpo más feo se ve hermoso.

Como verás, cuando nos enojamos, nuestro cuerpo es una enorme cascada donde distintas sustancias se segregan y se alistan de diferentes formas para reaccionar ante un escenario de huida a la vez que te preparan para una pelea y te exacerban; sin embargo, aunque molestarse podría ser benéfico, no dispongas más de tu tiempo a permanecer enojado.

Por ello recomiendo no enfurecernos de más, minimizar o dejar ir, todo en favor de tu cuerpo y tu salud. Si puedes evitar que esta energía se convierta en una carga, transfórmala en algo creativo y, que, en lugar de ser una maldición, se convierta en una bendición.

Con KAriño

Karla Aparicio