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TEMOR Y EL MIEDO MUY A PROPÓSITO DE LA PANDEMIA

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EL TEMOR Y EL MIEDO

¿Alguna vez te has preguntado?

Es muy probable que el mayor tema que enfrento en mi vida es el temor, y la mejor manera de empezar a entenderlo es iniciar con una lista personal de lo que considero mis más profundos temores. ¿A qué le temo y porqué los estoy reproduciendo?

Date un tiempo y en la tranquilidad de un momento íntimo, enumera en tu libreta de notas la respuesta a las preguntas anteriores siendo lo más introspectiva y honesta que puedas. Una buena pista para iniciar, es encontrar la raíz de tus temores más profundos. ¿Será el temor a ser lastimada, al fracaso, al desamparo, la pobreza, al abandono, la enfermedad o la muerte? Si lo pienso bien, pueden ser todos ellos, pero trato de ser más específica.

INTRODUCCCIÓN

Una de las leyes o verdades Universales dice que “lo semejante produce lo semejante”, así es que si conecto con el Sentido del temor seguramente estaré magnificando y distorsionando todo a mi alrededor. Esto me hace vulnerable como ser humano expuesto a caer en la constante de la dramatización de mi vida y sentirme víctima de las circunstancias.

Es mejor empezar por comprender que el temor es discordia mental, un sentimiento equivocado, opuesto al sentimiento correcto y verdadero, el Amor. El temor aviva los monstruos, los demonios, fantasmas o bestias que desde pequeño construyo en mi imaginación y se convierten en aquello a lo que más temo. Sostener el Sentido del temor, según la Ley anterior, me lleva a producir más de lo mismo; si lo permito sin darme cuenta, si no lo concientizo y resuelvo definitivamente, la agonía se incrementa exponencialmente. 

EL TEMOR Y EL PODER

El primer tema que reconocer para evitar ser presa del temor, es no entregar el poder al afuera. Según la ley de “Causa y Efecto”, soy yo el único gestor de lo que me acontece. La mejor manera de equilibrar mi experiencia de vida es sabiendo gobernar mi carácter, para desarrollar mi propio poder. Si yo permito que otro tome las decisiones por mi, abro la puerta a que alguien dirija mi vida, esto me convierte en una oveja más del rebaño que es engordada para terminar en el rastro.

Quizás el comentario anterior sea un poco fuerte, pero alguna vez te has puesto a pensar, a concientizar, ¿cuál es la energía que te impulsa a fluir con el resto de los demás? ¿Será la necesidad o deber que te impones de pertenencia a una colectividad o gremio, el temor a la soledad o la sumisión a la que ya estas acostumbrada? Todos ellos son pensamientos de desamor.

Cada vez que sostengo el temor a algo, me garantiza que habré de tenerlo y lo peor que he imaginado en mis fantasías habrá de suceder. La gente con epilepsia expresa físicamente su gran temor al ridículo y al Sentido de libertad. Esto sucede seguramente porque desafortunadamente ha crecido en ambientes represivos y castrantes.

Las sociedades de este mundo se han construido sosteniendo el temor a lo largo de más de diez mil años de civilización. Hoy puedo reflexionar que esta es una característica de la humanidad acostumbrada a empoderar el temor y magnificarlo. Las actuales generaciones hemos heredado una cultura del temor que se incrementa con la historia. El temor es una de las creencias humanas más arraigadas, genera una epilepsia colectiva que se convierte en el gran obstáculo que impide ejercer el poder personal, promoviendo la ignorancia, problemas y enfermedades.

El temor es un falso sentimiento o convicción mental, una discordia resultado de creer y sostener que el mal es real. Este nace de la ignorancia de no saber ubicar el poder y creer que esta fuera de mi. El temor me invade sin que la mente este al tanto de cómo lo activo, se instala en mi mente sin percatarme del momento en que sucede. Para cuando me doy cuenta, ya está arraigado enérgicamente, ha hecho metástasis como un pensamiento equivocado. Asumo que ese pensamiento equivocado es la verdad y la realidad, aunque la intuición claramente me dice que voy en contra de la naturaleza de lo correcto. Es como obligar a mi propia mente a creer que 7 + 3 = 15 el resto de mi vida, sabiendo que simplemente, es incorrecto.

El mal es la oscuridad mental que visualiza, corporiza y exterioriza las imágenes mentales erróneas grabadas en la memoria. Desafortunadamente, las estructuras de poder que han controlado al mundo desde la antigüedad, gobiernan desde el lado oscuro, promovidos por la ignorancia, la falsedad, la ambición, la envidia y la mezquindad. El control nace del temor; lo que nos ha dado por llamar “crisis mundial”, no es un tema de actualidad, sino la realidad milenaria que ha sostenido la humanidad desde la prehistoria.

Entre lo real y lo verdadero, la visión humana ha construido una dimensión ilusoria, una ficción asentada en la mentira, en la falta de entendimiento y sabiduría. Desde hace miles de años hemos creído en mentiras que asumimos como verdades. De este modo se han perfilado los bastiones de nuestras instituciones humanas. Nos hemos ido conformado con la idea de un Dios a través de la manipulación de la fe; aceptar a un ser supremo, omnipotente que decide por nosotros, que nos controla e impone, a imagen y semejanza de nosotros mismos. Hemos aceptado un aparato religioso, político, económico y social regido por un orden de leyes y justicia que en su mayoría son apariencias en beneficio de quienes ostentan el poder y controlan con agilidad el comportamiento de las masas para su propio beneficio.

El temor es una herramienta del poder. Hoy en día el sentimiento general que nos generan nuestros gobernantes es de desamparo, por ello la búsqueda de protección. Pero el desamparo no es más que el efecto de creer que el Bien está fuera de nosotros y en consecuencia seguimos expuestos a perderlo.

El mal se alimenta del temor de todos. Puedo pensar que la humanidad ha quedado desamparada, pero la divinidad siempre se hace presente si sostengo un Sentido permanente del Bien. En una reflexión puedo comprender como la humanidad ha sido sistemáticamente desarraigada de sus principios y derechos universales en la discordia entre el Bien y el mal. Como parte de este engranaje, me han hecho creer que soy “cuerpo” formado de materia, que dependo solo de él y puedo morir.

EL TEMOR A LA MUERTE

De todos los temores del hombre, seguramente el mayor es el temor a la muerte. Si seguimos creyendo que, a través de la percepción de nuestros 5 sentidos, nuestras vidas están limitadas a un tiempo-espacio que inicia en nuestro nacimiento y termina al morir, caemos irremediablemente en la trampa. Si creémos que solo somos cuerpo: materia, que nuestra esencia está condicionada a la administración de un sacerdocio o poderoso sabe-lo-todo que me dicta como actuar, pensar y sentir, para evitar la culpa, la pena, la vergüenza, la humillación y tener derecho a vivir, abro mi experiencia a la prisa de vivir, a la preocupación y el temor, enajenando la posibilidad de gobernar mi propio poder.

En realidad, la angustia existencial colectiva es arcáica y ha terminado por construir una estructura mental que se ha visto expresada en una actividad política,  aparato que para hacernos sentir seguros nos impone un sistema de control coercitivo, sosteniendo una fantasía que nos hace creer que a lo largo del tiempo, habrá de contribuir al bienestar colectivo, pero termina por proteger solo los intereses de la minoria en el poder. Por ello los reinos se heredan, los sacerdocios son para siempre y los políticos se reeligen. El temor es el combustible que los mantiene en su posición privilegiada aplastando la libertad del prójimo.

Si permito se me imponga la prisa, la preocupación y el temor como mis mayores hábitos, soy destruido paulatinamente, pero paradojicamente, si trato de evitarlos se me acusa del mayor pecado contra Dios. Si lo analizo profundamente, la suma de estos 3 componentes genera irritabilidad, discordia, frivolidad, superficialidad, intolerancia, violencia y por ende, falta de Amor. El resultado propicia una “inflamación” que termina por quebrantar mi voluntad, principio patógeno del espíritu que se refleja sobre el cuerpo, a través de los padecimientos y las enfermedades en una cadena sin fin que destruye la vida.

Quien vive con una voluntad quebrantada termina haciendo todo por necesidad, deber, obligación o temor y no se da cuenta que esta muerto en vida. Al nacer, ningun bebé sostiene el temor. A medida que crecemos y nos van domesticando lo vamos construyendo en nuestro interior. Desde hace mucho, nuestra cultura estimula a que los padres educan a sus hijos imponiendo, limitando, condicionando y castigando. La educación del niño se inicia a partir del temor, del quebranto, perdida la batalla de la vida antes de iniciarla. Desde pequeños nos enseñan a hacer las cosas por obligación, porque “tengo”, “debo”, porque es “necesario”, en lugar de que sea porque “quiero”, porque lo “deseo” y con esto nos incitan a crear monstruos en nuestra imaginación que luego se convierten en demonios y fantasmas, estimulados más aún, no solo a lo imaginado, sino a lo visto en iglesias y santuarios o leído en textos y películas de terror. Después, como adultos, domados, domesticados y reprimidos, seguimos sosteniendo el error del temor con amargura y desamor.

Así aprendimos la historia de Moisés que al escapar de los egipcios se encuentra con la zarza ardiente y ante la incapacidad de entender que Él, como cada uno de nosotros, es una “partícula de Dios”, se cubre la cara con pena y temor. Nos han enseñado el paradigma de un líder pionero, que como Moisés dirige y controla, sin comprender que lo correcto es hacerlo desde el Bien, no desde el temor.

Al inculcarnos “el temor de Dios”, pasamos todos, a un constante cuestionamiento de quien en verdad somos, y caemos inevitablemente ante la duda y la blasfemia, así confrontamos lo humano con lo divino en una necesidad de ir más allá de lo que se nos ha enseñado e impuesto, siguiendo el estímulo que nos dicta la intuición para evitar sentimientos incorrectos.

Es por ello que es mejor atender con profundidad los conceptos de compasión y misericordia, ambos erróneos. El primero porque se refiere ha actuar con pasión, es decir, visceralmente, no a través la virtud de la razón. El segundo porque no es correcto ser cordial con la miseria, al contrario, debemos erradicarla. Lo que me mueve a ayudar a los demás nunca debe ser la culpa o temor, sino el apoyo, la cooperación y la ayuda. Al entender quien en verdad soy, entiendo que no es correcto involucrarse en los problemas de otros.

Quererle resolver los conflictos a los demás, es intervenir en sus propios procesos de vida, podemos darles ayuda, pero no hacerlo por ellos. Cada uno de nosotros tiene una misión en esta vida y debe concentrarse en resolver sus propios problemas, estos son maestros que me enseñan el camino de la madurez hacia la Conciencia. Por ello, yo me concentro en atenderme a mí mismo, no como un acto de egoísmo, sino como una muestra de responsabilidad y entendimiento. ¡Nadie debe ponerse en los “zapatos” de otro! ¡nadie puede vivir la vida por otro! Sólo puedo pensar y crear, constantemente en mi mismo. Metafóricamente: “mi terreno” es mi propio espacio personal,  es incorrecto invertir en “terreno” ajeno.  

Todos experimentamos en algún momento el temor a morir reflejado en el cuerpo, especialmente en el corazón que es el órgano que simboliza la vida. El temor a la muerte se manifiesta como desorden de los latidos con una suspensión o aceleramiento momentáneo. La vida y la muerte son opuestos, uno de los dos no es verdadero. Creer que ambos son reales me hace vivir en el temor. Solo a través de la comprensión, y el respeto a mí mismo, se activa mi Conciencia en el entendimiento de que nadie tiene porqué gobernar mi vida, solo así se vence el temor.

El mal existe, pero elevando mi sabiduría, la Conciencia me hace invisible al temor, me brinda inmunidad. Al asumir la razón a través de la mente invisible, evito ser real ante el mal. La única forma en que le doy vida al mal, es ajustándome al temor. Si como dice el dicho: “lo que me choca me checa”, en cada ocasión atraigo lo que no me gusta. Ser valiente me otorga inmunidad ante el temor. La única manera de evitar el temor y la creencia de que el mal es real es abasteciéndome de luz (certeza y convicción, Amor), para deshacerme de la oscuridad (temor y miedo).

EL EGO Y EL TEMOR

¡El Ego es usurpador!

Los seres humanos construimos identidad a partir de un ego que nos estimula a la competencia por sobre todas las cosas. Cuando la meta es ser “el mejor”, iniciamos un proceso extenuante por sostener una alta exigencia competitiva. Entonces nos comparamos todo el tiempo con los demás y nos atosigamos absurdamente de obligaciones, deberes y necesidades que inevitablemente nos conducen al temor, al desánimo y la eterna carencia porque jamás tenemos suficiente, caemos en la clásica pero radical dualidad de etiquetar la vida a partir del éxito o el fracaso.

Siempre debo mantener mi mejor esfuerzo por emprender las cosas amorosamente. Sostener el Sentido de “competencia”, es un pensamiento equivocado que me pone a la defensiva, siempre enfrentando los juicios y críticas ajenas, incrementando la tensión, la duda y el temor. Así abro la puerta a la intoxicación de comentarios y experiencias ajenas, siguiendo las modas e intereses de otros para crear empatía e intentar un sentido de pertenencia con una colectividad, condescendiendo con la sinrazón y el descontrol, propiciando fragilidad y vulnerabilidad. Ahí nunca faltan los imitadores, plagiadores, usurpadores y demonios. La visión del Ego se vuelve rencorosa y usurpadora, se carga de aflicciones por sostener los más bajos sentidos: temor y falsedad, de este modo solo crece el auto-desprecio.

Al prestarme al flujo de las ideas de los demás sin gobernar mi carácter, me contagio de los mismos patrones y pensamientos equivocados sin cuestionarlos. Entonces el temor se expresa al creer que el mal es real y toma la forma de aburrimiento, ocio, irritación, decepción, preocupación, crítica, ira, odio, envidia, desanimo, culpa, desesperación y miedo. El temor penetra por los más leves intersticios, y esta mínima apertura detona fácilmente el error, imposibilitando la razón.

En contra de nuestro propio espíritu solemos ser arrastrados por la imposición de modas y otros intereses pasajeros permitiendo tierra fértil donde crecen los pensamientos equivocados. Sin embargo, el contagio en sí, no existe, se establece en la ilusión de nuestras mentes donde cada uno decide protegerse o dejarse llevar por la enfermedad.

EL TEMOR Y LA ENFERMEDAD

Mantener pensamientos de temor en la mente es el principal responsable de gestar el mal y es la primera causa de enfermedad. Primero intoxico mi mente con demonios y fantasmas, después el dolor y el sufrimiento se apoderan de mi corazón y finalmente la inflamación y la calentura se expanden por todo el cuerpo.

Aquel que sufre convierte sus pensamientos y sentimientos en paciente de las enfermedades crónicas. El temor genera rigidez, parálisis e imposibilidad de acción. El cuerpo y la mente entran en un proceso de descomposición que pasa del desaliento a la preocupación, de los sentimientos heridos, a la frustración, de la tristeza a la nostalgia y después a la enfermedad, la melancolía, la locura y el deseo de morir. Se manifiesta la incapacidad de fluir en Amor hacia la felicidad y se cae en un precipicio sin fondo del cual salir resulta muy difícil. Así se manifiesta la depresión. Es el temor el que produce el problema y genera enfermedades graves.

¿Qué genera enfermedad sobre mi cuerpo?

1.-Ignorar que son mis pensamientos los que causan mis condiciones corporales, sintiendo de manera inconsciente actitudes mentales incorrectas o sentimientos negativos (temor, aborrecimiento, culpa, lástima, insatisfacción).

2.-Creer que las condiciones del medio ambiente me afectan (me enfermo por el clima, la comida, etc.). Yo puedo mantener la buena salud y no enfermarme si sostengo un Sentido correcto del Bien en acción, es decir, Amor.

3.-Creer que puedo evitar el sufrimiento con paliativos tales como el cigarro, el alcohol, los medicamentos, barbitúricos, anfetaminas y todo tipo de drogas (la marihuana no es una droga es una medicina sagrada, la diferencia esta en el empleo recreativo o de sanación).

4.-Creer que el cuerpo está sujeto a la decadencia de la vejez (Teoría de los Cuerpos Sutiles y la mecánica cuántica).

TEMOR Y MIEDO

Si el temor es un sentimiento, el miedo es una emoción. El miedo está relacionado con experiencias del mundo visible, el temor se mantiene siempre en el mundo invisible (en la mente). No es lo mismo temerle a un fantasma imaginado, que tener miedo de subirse a un avión sosteniendo el sentido de que se puede caer y he de morir.

El miedo es una de las facetas del temor, es un aspecto específico del mal, es algo que conocemos y nos provoca duda, inseguridad, desconfianza, a veces susto y perdida del control. Hay quienes sostienen que el miedo es una reacción positiva que nos protege de un peligro real, pero este no es más que lo que nosotros mismos creamos en nuestra imaginación. Debemos vivir la vida con prevención, evitando el miedo, y precaución, sin exponernos al mal. Sólo sosteniendo el Sentido correcto protegemos nuestra presencia donde sea que estamos, para mantener un estado de bienestar.

Cuando el miedo se impregna de la prisa, se genera una bola de nieve que crece a pasos gigantes, pues estimula la angustia de una vida corta que se acaba pronto, por ende, creemos que debemos vivir rápidamente para explorar todo lo que nuestra imaginación, o los impactos externos nos exigen vivir antes de morir. Esos malos entendidos propician relaciones equivocadas, acelera procesos que deben honrarse y dignificarse como establecer relaciones de pareja, de buenas oportunidades de trabajo, de espacios para la amistad, la crianza de los hijos, etc. Con prisa y miedo solo se logra discordia, conflicto y se apresura la falsa experiencia de la muerte.

Por otro lado, la sobreprotección propicia el miedo y este, estimula la hipocondría, por ello solemos enfermarnos del estómago que no es más que una reacción al miedo, al dolor. Aquellos que todo lo que comen y les provoca miedo de enfermarse, expresan miedo a la vida entera. Otro gran miedo es al ridículo, ligado a la falta de libertad, provocando parálisis y ataques epilépticos (Vata). Los miedos más comunes son al fracaso, al rechazo y a no ser amado, pero el más asombroso de los miedos es al Amor, por ser, para muchos, la única energía que no logran manejar a su antojo. El Amor suele darnos miedo porque esperamos reciprocidad, y a lo que nos enfrentamos al no recibirlo es descubrir, ante el reflejo, que en realidad no sabemos amar.

¿Quién me enseña a Amar? El Amor no se enseña, si conozco quien en verdad soy, descubro que yo soy Amor, es un autodescubrimiento.

Al reaccionar emocionalmente, todos tenemos la posibilidad de elegir ante el miedo o el Amor. Si elegimos reaccionar al miedo es porque lo hacemos desde nuestro amor herido = desamor, es decir, reconociendo que nos hace falta aprender a amar, aprender quien en verdad soy.

Finalmente, la mejor manera de evitar y sanar los miedos es empezar por perdonar cualquier reacción equivocada anterior, sostener la paciencia y la seguridad de que siempre puedo estar gobernando mi carácter sin precipitarme a sorpresas, sosteniendo la razón y el Amor reflejados en gratitud, buen ánimo, armonía, felicidad, esperanza, entusiasmo y satisfacción.

¿CÓMO ELIMINAR EL TEMOR?

Desafortunadamente lo que caracteriza la Condición Humana es la desidia, la pereza. La mayoría no hace acciones concretas para enfrentar la lucha contra el temor. Pero quien quiere superarse y crecer, sostiene acciones contundentes con disciplina y poderosa voluntad. Solo con firmeza puedo construir un contundente “¡basta!”, “¡hasta aquí!”, para evitar definitivamente seguir siendo materia de chantaje y sostener el temor en la mente. 

El temor exalta mis fragilidades y vulnerabilidades, pero si entiendo metafóricamente que “Soy el único Rey de mi propio reino”, es decir, el único capaz de gobernar mi propia vida, nada ni nadie debe gobernarla más que yo mismo. Jamás le otorgo el poder de mi reino a otro que “aparentemente” ha de ayudarme a hacerlo. Así es como se dan los “Golpes de Estado”. Los usurpadores, aunque mantengan la mejor de las intenciones hacia mi, habrán de terminar por engañarme con el fin de mantenerme sometido (no solo son los gobernantes y sacerdotes, también los propios padres, hermanos, familiares cercanos, maestros, jefes, etc., aunque la mayor sorpresa es que las más de las veces es nuestra propia mente). Es mi responsabilidad gobernar mi propio reino y la desidia es lo que comúnmente me lleva al descuido.

La mejor manera de eliminar el temor es trabajar concienzudamente y verme en el espejo para reconocer quién en verdad soy. Reconocer mis propias verdades es mi mayor temor.

¿Será que mi mayor demonio soy yo mismo? Solemos ser nuestro mayor enemigo y nos encanta “auto-sabotearnos” porque es nuestra propia mente la que sabe perfectamente como jugar con nuestros pensamientos, sentimientos y deseos. Es la propia mente que se escurre por la tangente para no hacerse responsable y enfrentar el equilibrio razonado y bien fundado. Si me encanta comportarme como niño, termino por ser un adulto esquivo de la gran responsabilidad (ser hábil para responder a las dificultades), que la vida me otorga. Ser adulto no quiere decir, ser rígido, solemne, amargado o miserable, si no más bien, ágil, flexible, creativo e inteligente.

El sentido del humor es uno de los mejores antídotos para eliminar el temor, reírse del ridículo, de los temores y miedos en lugar de sufrirlos, para expandir la libertad. De este modo empiezo a convertir las dificultades en energía positiva, en luz que ilumina el camino hacia mi Bienestar. La risa es el Sol que disuelve la oscuridad, soy generoso con ella. La risa es alegría, diversión y ecuanimidad, me relaja y termina por convertirse en una forma de vida.

La mejor manera de corregir mis pensamientos equivocados (el enojo, el temor y el miedo), es conocer y alcanzar el entendimiento de la verdad por medio de la razón, acerca de la vida y la divinidad que siempre esta presente en mi. Es por ello que curo al “paciente” que soy yo mismo y elevo mi Conciencia alejándola del temor, ridiculizándolo, actuando como un Dios enérgico diciéndome: “si yo le doy vida, yo se la quito”.

El mayor reto es distanciar mi Conciencia del temor, eliminándolo. Solo sosteniendo que soy fuerte e invulnerable puedo lograrlo. En la tradición hinduista, el Dios Shiva es el símbolo de la destrucción, de aquello que ya no debe existir para permitir el equilibrio y la estabilidad, para lograr el estado ideal de paz, ahí donde se fecunda el espíritu que fertiliza nueva vida, sana y productiva. Shiva actúa en la pureza de la razón que destruye el temor con su gran poder que no es más que la sabiduría a través de la armonía y la templanza, de la solidez de un carácter contundente. La Armonía es un estado mental que se mantiene en el Bien, un apoyo donde la conciencia está libre de temor, de intranquilidad o perturbación.

La mejor manera de cambiar los Sentidos enfermos es no temer a equivocarse y si lo hago, saber perdonarme abasteciéndome de Amor. El temor es la oscuridad, la muestra de la ausencia del fulgor del Amor. Solo a través del Amor logramos la verdad y la fuerza para destruir y desechar el temor. Como Shiva, el Amor es el sentimiento verdadero, es Dios en mí.

Amar es entenderme; entendimiento es desarrollo. Al gobernar mis 5 sentidos y encaminarlos por el sendero del Bien, a pesar de las apariencias e ilusiones de este mundo, me empodero y aseguro mis pensamientos correctos; depuro las telarañas de mis problemas y traumas pasados para vivir el bienestar del presente y mantener seguras las riendas de mi destino.

Con el poder de un soberano, asumo contundentemente mis acciones, deshecho con firmeza la falsedad, la mentira, no tolero al error, evito en mi vocabulario los conceptos de miedo, temor y enojo; sostengo con certeza estados mentales de paciencia, tranquilidad y seguridad y me abastezco sistemáticamente de Amor, que es el sentimiento más elevado.

 

Bernardo Rubinstein W.

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