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MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO: LA ECONOMÍA DEL BIENESTAR ES EL FUTURO

Fuente: Greenpeace Internacional

Esta semana se reúnen en el Foro Económico Mundial de Davos directores ejecutivos de multinacionales, dirigentes gubernamentales, élites adineradas y otros poderosos. En donde uno de los cuatro temas principales es “crear crecimiento”. Resulta irónico, ya que a estas alturas es indiscutible que nuestro sistema económico, dependiente del crecimiento y la deuda, es la causa fundamental de la continua y creciente crisis que afecta especialmente a los más marginados y que ha llevado a la humanidad más allá de 6 de los 9 límites planetarios.

Aunque las soluciones a los numerosos y graves problemas son complejas y deben adaptarse cuidadosamente a las geografías locales y a sus habitantes, los conceptos fundamentales sobre cómo debemos reorganizar nuestras sociedades y economías son claros y van ganando terreno. No es ciencia, pero hará falta un gran esfuerzo colectivo para conseguirlo. La respuesta es una Economía del Bienestar, un sistema económico alternativo que desplaza la atención del crecimiento hacia el bienestar de las personas y los ecosistemas de los que formamos parte.

El bienestar no es una idea nueva, pero está ganando adeptos

La Alianza para una Economía del Bienestar se fundó en 2018, pero las ideas sobre los límites del crecimiento existen desde principios de los años setenta. Lamentablemente, lo que ha prevalecido es el enfoque en el crecimiento y la narrativa que estipula el PIB como principal medida de progreso, beneficiando solo a unos pocos a expensas de muchos. Oxfam acaba de publicar un informe que muestra que los cinco hombres más ricos han duplicado su riqueza desde 2020, mientras que cinco millones de personas se han empobrecido. La pobreza aumenta, los ecosistemas se colapsan y el planeta se calienta. De ahí que los ciudadanos de a pie empiecen a cuestionarse si más crecimiento, extracción, explotación y aumento de la riqueza para los ya superricos es el camino a seguir.

La ciencia es clara, sabemos lo que tenemos que hacer. En 2023, un estudio publicado en Nature por destacados científicos de todo el mundo que colaboraban para encontrar soluciones holísticas empezaba con la frase “La estabilidad y resiliencia del sistema Tierra y el bienestar humano están inseparablemente unidos”. Han creado una forma de medir y evaluar cómo nos mantenemos dentro de los límites medioambientales y sociales. Se trata de un estudio científico más que añadir al ingente corpus científico sobre lo que debemos hacer en términos de desarrollo sostenible que proteja el clima y los ecosistemas.


El aumento de las desigualdades, la expansión de las empresas petroleras y de gas, la amenaza de la minería de aguas profundas… todo ello está impulsado por la codiciosa búsqueda de un crecimiento infinito. Cuando el bienestar es el objetivo, actividades como la apertura de un nuevo yacimiento de petróleo y gas o la puesta en marcha de proyectos de minería en alta mar pierden su razón de ser. Queda claro que no contribuyen a la sociedad, sino que la destruyen. Solo atajando las causas sistémicas esta crisis podremos detener estas amenazas y prevenir otras futuras.

Es hora de reformas que redistribuyan el poder y la riqueza y sanen los ecosistemas

La transición hacia una economía del bienestar requiere acciones políticas que den prioridad a las necesidades de las personas y los ecosistemas frente a los beneficios de unos pocos, redistribuyan el poder y creen una responsabilidad compartida sobre el rendimiento de los bienes comunes y el acceso a los mismos. En términos prácticos, significa promulgar las reformas fundamentales de la arquitectura financiera internacional solicitadas por el Secretario General de las Naciones Unidas e introducir una Convención Fiscal de la ONU. Estas sugerencias no son nuevas. En 2019, el historiador Rutger Bregman pronunció un discurso que se hizo viral en Davos en el que dijo: “Dejad de hablar de filantropía. Empezad a hablar de impuestos”.

Necesitamos presupuestos nacionales que se centren en garantizar las necesidades de las personas, mediante servicios públicos reforzados de manera que también aumenten la resiliencia y salvaguarden los ecosistemas sobre los que se asientan nuestras sociedades. Los líderes electos y los funcionarios públicos deben centrarse en su misión principal, que es servir al público, y cortar los hilos a sus titiriteros que se benefician de mantener el statu quo y el enfoque en el crecimiento.


Así, mientras se celebra en Davos la reunión anual del Foro Económico Mundial, Greenpeace y diversas organizaciones abogan, a través de iniciativas impulsadas por los ciudadanos, por cambios sistémicos que den prioridad a las personas y al planeta.