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LOS QUE SE APROVECHAN DEL HAMBRE VS ALIMENTOS SOSTENIBLES

Por: Savio Carvalho con adaptaciones de Viridiana Lázaro | Greenpeace México

ecologista Kenya
Stella Muthama, a ecologista de Kenya © Greenpeace

Veinticinco semanas de lucha y aún no ha terminado: la guerra rusa con Ucrania continúa, perturbando vidas, familias y la paz.

El impacto de esta agresión, la actual pandemia de COVID19 y el caos económico mundialestán extendiendo sus tentáculos a todos los rincones del mundo, creando estragos, perturbando la paz y el orden social.

Muchas sociedades se ven afectadas por la inflación que continúa, impulsada por los altos costos de los alimentos, el transporte y la energía. A las familias y las personas se les agota el dinero y tienen que tomar decisiones difíciles; en muchos casos, no hay más remedio que irse a la cama conhambre.

Esto está perjudicando especialmente a laspoblaciones más vulnerables que, además del hambre, todavía tienen que hacer frente al impacto de laemergencia climática. Abundan las imágenes de niños desnutridos y severamente delgados, destrucción de ecosistemas y saqueo de nuestro mundo natural.

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Fuente: Banco Mundial © Banco Mundial

La FAO informa que el índice de precios de los alimentos en julio tuvo una fuerte caída, aunque aún se mantiene un 13% por arriba que en los meses correspondientes del año pasado. En una investigación reciente, ActionAid muestra que en África, Asia, América Latina y Medio Oriente, los precios locales se han más que triplicado en algunas de las comunidades más vulnerables.

Si bien los precios de los alimentos siguen siendo altos, es alentador ver que los barcos que transportan cereales y aceite comestible abandonan los puertos de Ucrania, tras un acuerdo internacional. Se espera que ésto proporcione cierto alivio a corto plazo en la cadena de suministro y alivie la actual escasez mundial de algunos productos básicos. Sin embargo, esta no es una solución a largo plazo y es probable que la hambruna global dure algunos años. Lo que estamos viendo es un sistema alimentario roto con crecientes desigualdades.

Nuestro sistema alimentario actual no está controlado por pequeños y medianos agricultores, sino por unas pocas grandes empresas de alimentos y bebidas y sus cadenas de suministro.

¿Quién se beneficia con el hambre? 

Estas empresas, que afirman ser ángeles de la seguridad alimentaria y energética, siembran las semillas de la pobreza, el hambre, las enfermedades, el colapso climático, la destrucción de la biodiversidad y el sufrimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales.

En muchos casos, estas empresas destruyen grandes extensiones de bosques nativos y otros hábitats naturales para cultivar los llamados “alimentos”; estos cultivos en realidad se utilizan para alimentar animales y surtir a las empresas de comida chatarra.

Los comerciantes de cereales están obteniendo enormes beneficios del aumento de los precios de las materias primas, al igual que las empresas de combustibles fósiles, que también están obteniendo beneficios récord a medida que se dispara el coste de la vida.

Estas son las empresas que se benefician de la hambruna al obtener ganancias a través de la especulación con los productos básicos.

Las grandes corporaciones del petróleo, y sus primas, las grandes empresas agrícolas, tienen fuertes grupos de presión que se oponen a cualquier forma de regulación y no están realmente interesados ​​en arreglar el sistema que no funciona.

De hecho, hacen justo lo contrario, a través de sus poderosos grupos de presión y la captura corporativa del Estado y otras instituciones multilaterales.

En México, por ejemplo, donde compartir semillas es una práctica milenaria, como en muchas otras partes del mundo, práctica amenazada por políticas y leyes, como la Reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales que parecen diseñadas para aumentar el control corporativo sobre el sector de las semillas.

Actualmente, el mercado mundial de semillas está controlado por 10 empresas multinacionales. Los cuatro primeros (Bayer, Corteva, ChemChina y Limagrain) controlan más del 50% de las semillas del mundo, ejerciendo un impresionante monopolio sobre el suministro de alimentos.

No todo está perdido

Hace unos días, el Secretario General de la ONU hizo un llamado a que las empresas de petróleo y gas estén sujetas a nuevos impuestos y que los gobiernos usen este dinero para apoyar a las personas en situaciones vulnerables.

El mismo llamado debería aplicarse a las empresas de alimentos y los comerciantes de productos básicos, empresas que deben pagar impuestos sobre sus generosas ganancias, no solo un “nuevo impuesto”sino una reforma del sistema tributario.

Greenpeace Voluntariado
Voluntarios Greenpeace listos para servir la comida basada en plantas en la Ciudad de Quezon de Filipinas. ©Greenpeace

¡Que sea justo, equitativo y fomente una transición justa a cero emisiones! La ONU también debe asegurarse de que a estas empresas no se les permita usar su poder y recursos para presionar por acuerdos multilaterales que perpetúen el statu quo y que junto a sus Estados miembros deben enfrentar el desafío, abordar los problemas sistémicos que rodean este sistema alimentario defectuoso y no dejarse influir por los intereses corporativos.

Los gobiernos nacionales, las y los legisladores, las y los reguladores estatales y municipales, así como la comunidad internacional también tienen una parte de responsabilidad en la crisis actual.

El Estado debe garantizar que existan leyes, políticas e incentivos financieros para apoyar la agroecología, la soberanía alimentaria, el conocimiento indígena y el renacimiento de cultivos tradicionales. Tomemos el caso de los agricultores en Zimbabue que están devolviendo variedades locales tradicionales para proteger su futuro en medio del empeoramiento de los impactos del cambio climático.

En México está el caso de las comunidades mayas en la península de Yucatán que a pesar de las adversidades continúan resguardando las semillas de maíz nativo, produciendo miel de manera tradicional y perseverando en la producción agroecológica de alimentos.

Estas pequeñas iniciativas deben ampliarse a través de incentivos y apoyo técnico de los gobiernos locales y nacionales. Esta transición se puede lograr a través de inversiones públicas (y privadas), pero solo con estándares regulatorios sólidos y mecanismos de supervisión para garantizar los derechos humanos y proteger y regenerar la naturaleza.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra parte de responsabilidad compartida,  de estar políticamente vigilantes y exigir una mayor transparencia y rendición de cuentas en la cadena de suministro de alimentos. Por nuestra propia salud y la del medio ambiente del que formamos parte, las personas necesitamos acceder a una alimentación sana y sostenible, para evitar la escasez y el consumo excesivo y dejar de desperdiciar alimentos.

También debemos apoyar a las y los agricultores locales que ocupan técnicas agroecológicas o buscan la manera de transicionar, especialmente a través de adquisiciones a gran escala, como las de instituciones educativas, empresas y comedores comunitarios del sector público. Ahora es el momento de actuar… El viaje más largo comenzó con un primer paso. ¿Cuál será tu próxima acción?

Savio Carvalho es líder de campaña global de Greenpeace International y trabaja para proteger y promover el derecho de las personas a un medio ambiente sostenible y saludable.

Viridiana Lázaro es campañista de agricultura y cambio climático en Greenpeace México