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LOS PERROS NO SON LOS VILLANOS | POR MARIELENA HOYO

Qué curioso e inquietante me resultó leer el pasado martes la nota principal del periódico El Universal detallando un escalofriante informe que, por parte de los EUA, expone evidencia sobre un nexo entre dos “cárteles” mexicanos y el tráfico triangulado que siguen los precursores para la elaboración del mortal fentanilo. En este particular caso el malo de la historia es India, que trafica tales productos involucrándose con Colombia y México, citándose señaladamente dos lugares en nuestro país: Culiacán, Sinaloa y Colima, capital del Estado del mismo nombre. Seguramente quienes acostumbran acercarse a este texto… ¡gracias!… se estarán preguntando qué tendrá que ver todo lo anterior con los animales no humanos de los que este espacio semanal se viene ocupando desde hace ya 25 años, pero han de saber que da la casualidad de que recientes y muy cuestionables movimientos de fauna silvestre de alto calibre, justito están siguiendo la misma ruta, tratándose además de traslados en cantidades majaderas y por lo tanto a un costo monetario imposible de cubrir por mortal común, lo que da qué pensar, más que nada al aparentar tratarse de algo cándido y hasta bondadoso que está a la vista de cualquiera, tal como mejor se puede esconder la porquería. Es algo que apesta, y que ahí lo dejo de nueva cuenta. ¡Que conste!

Animalidades

 Yya que estoy metida en notas de otros medios, permítaseme sacar la furia que me ensartó leer ayer un texto aparecido en Publimetro y firmado por un tal Borja Ilián, al cual no conozco, pero que con su malhadado escrito me remitió a los tiempos en que se hacían encarguitos para el manejo de una cierta información y que en este particular caso se corrobora la apreciación, no solamente por el amplio espacio que se le destinó en una edición con apenas 16 páginas sino por la injusta satanización de los perros, cuando el reclamo debió ser dirigido rotundamente a las autoridades y usuarios de las zonas comunes de la capital mexicana. Y es que a pesar de ser ciertos algunos aspectos y otros tantos no, el enfoque que se le dio es infamante, torcido y alarmista, partiendo de la escandalosa llamada en primera plana para luego seguir con una escabrosa cabeza de nota titulada: SATURACIÓN CANINA: EXCESO DE PERROS COMIENZA A DESBORDAR A LA CIUDAD DE MÉXICO, que no sólo vilipendia a los canes sino que aparte los pone bajo riesgo, siendo que sin discusión y respecto a lo manifestado los responsables son única y exclusivamente dos figuras: los ciudadanos tutores de los chuchos y las autoridades siempre omisas para el cumplimiento de su DEBER, sí, con mayúsculas, porque es parte de su obligación vigilar el cumplimiento de las diferentes legislaciones -para la ocasión las locales de cultura cívica y de protección a los animales- y hacerlas cumplir o de lo contrario remitir al infractor ante la autoridad competente para la correspondiente sanción. Ello, a pesar de que para el caso de los desechos orgánicos, según lo citado y exagerándole un poco, los jueces calificadores casi casi pidan análisis de ADN para certificar que la popó olvidada en terreno común corresponde al lomito del tutor llevado a la palestra, pero, entiéndase bien que ni andar sin correa y/o identificación (a pesar de ser obligatorio), ni orinar para dejar recado a los congéneres (costumbre ingénita) y mucho menos hacer popó en la vía pública es culpa de los perros, sino i-rres-pon-sa-bi-li-dad de las personas que por comodidad los han acostumbrado a que “hagan sus suciedades” en la calle o a que corran sin control, correspondiendo la generalidad de estas situaciones a personas majaderas y altaneras, que por lo mismo del deber cívico ni hablarles, menos de la educación que los constriñe, más de ahí a que estas criaturas amenacen la salud de los capitalinos, cuando vivimos en una de las ciudades más altamente contaminadas del mundo y en donde masivamente se consumen alimentos en puestos callejeros sin alcances sanitarios, hay su trecho. Al respecto…

Culpa también existe en la ausencia total de eficientes y eficaces políticas públicas relativas a un control radical en la reproducción y comercialización de guaguás (y mininos), así como para una tutoría responsable sobre los animales de compañía, y ya no se diga lo que correspondería a tener una policía capacitada para el propósito, misma a la que inclusive se le podría estimular con un bono extra por cada remisión procedente. Les aseguro que en el tema popós harán rica a la Tesorería y por su parte la Ciudad tendría la aportación de los arrestados que para cubrir su sanción podrían ser enviados precisamente a limpiar de desechos orgánicos en parques y banquetas para que vayan entendiendo de qué se trata, pero, encarecidamente pido que no den este tipo de manejo monstruoso a los perros, de por sí apaleados y asesinados cada que se puede…

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