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CAPUCHINO CON ALAS

Fuente: Karla Aparicio | Revista Personae

“Hoy tuve el día más maravilloso de mi vida, olfateé el cariño de todos los humanos que me asistieron, me apapacharon como nunca, me dieron mi comida favorita y, ¡hasta una paleta de hielo!

Y es que hoy fue mi último día aquí en la Tierra.

Para mí, vivir ya era muy doloroso, a veces no me podía levantar; los tumores me sangraban, el cáncer invadía mi cuerpo. Me voy feliz porque descubrí que no todos los humanos son crueles, y perdono al que me maltrató hasta dejarme sin aliento, me navajeó y sacó mi ojo.

Hoy ya tengo alitas y podré correr libre y sin dolor.

Gracias por darme calidad de vida en el refugio, gracias por ser mi familia.

¡Hasta siempre!

Capuchino.”

Si Capuchino hubiera podido hablar, seguro nos hubiera dicho esto. Capuchino era un perro que vivió sus últimos días en un refugio. A cambio de un poco de dinero, se rescató de su dueño (quien abusaba de él y no lo cuidaba del cáncer que tenía) Es muy duro ver cientos de perros en la calle que repetirán la historia de este can, historia de hambre, maltrato y sufrimiento.

Lo menos que puedo hacer es convencer a los que me rodean a que al menos una vez en su vida rescaten, adopten o esterilicen a un animal y cambien su vida; les juro que, nosotros como seres humanos, no volveremos a ser los mismos. Cuando haces alguna de estas labores, se desprende un sentimiento hermoso, inexplicable, hasta podemos ver el amor y la lealtad incondicional a través de los ojos del peludo. Se abre nuestro corazón a un ser que al final del día se irá y te dejará una huella en el corazón y te llenará de alegría verlo feliz, con una nueva vida gracias a ti.

ES COMO UNA CADENA DE FAVORES:

Si sacamos cuentas, son muchísimos los perritos que puede tener una sola hembra, considerando que entran en celo cada 8 meses y que cada camada puede ser de más de 5 cachorros. Si están en la calle, seguro quedarán embarazadas en cada celo y seguirán repitiendo la historia, encadenando a su descendencia a la ignorancia y al maltrato humano.

Si no puedes adoptar, por favor apadrina una perrita o gatita callejera solo por 10 días. En ese lapso, da cariño y llévala a operar: existen lugares en los que es gratuito o de bajo costo (inviertes menos de $300.00). Después de eso, la regresas a la calle y por lo menos solo tendrá que ver por su comida y no sufrir con el celo y embarazos a los que todos son indiferentes. Además, evitarás que vengan más animales indefensos a ser maltratados y a morir lenta y dolorosamente. Es bueno saber que es un mito urbano que los animales de compañía necesitan aparearse y reproducirse. Ellas no quieren ser madres y no necesitan sexo para “ser felices”.

Lo ideal es operar a hembras y machos, pero creo que las hembras son las que cargan con el sufrimiento del celo, embarazo y enfermedades. Si cada uno de nosotros apadrina a una perrita o gatita en situación de calle alguna vez en nuestra vida, sería un cambio enorme. Imagina si lo hicieras una vez al año: ¡Se reduciría muchísimo la población callejera en ese lapso!

¡Y lo mejor! Es una cadena de ganar-ganar, porque incluso a los que no les gustan los animales aportarían su ayuda para que haya menos callejeros. ¡Sería maravilloso!

“Los valores de una persona se pueden definir por la forma en la que se relacionan con los animales”.

A menudo me hacen el siguiente comentario: “Mejor ayudar a los humanos, o a los niños en situación de calle…” ¡Claro que sí! También hay que hacerlo, y es algo sumamente importante, pero mi argumento es que un niño o personas en situación vulnerable pueden pedir ayuda, tienen voz y existen muchos organismos donde los pueden apoyar, en cambio un animal carece de este recurso, sumado a la falta de conciencia que existe al respeto a la vida animal en nuestra sociedad.

No se equivocó Mahatma Gandhi cuando dijo: “La grandeza y el progreso moral de una nación puede medirse por la forma en que trata a sus animales”. El respeto por su bienestar es una muestra de los valores que guardamos como sociedad, y de la manera en la que las personas se tratan.

Al involucrarnos en este mundo de amor a los animales, se puede conocer a más personas que comparten la conciencia, la visión y las ganas de ayudar. Esto no solo es gratificante, sino que se recupera un poco la fe en la humanidad. Este modo de vida se aprende y se hereda, se extiende poco a poco tocando corazones humanos y transformando vidas caninas y felinas, y dejando en los rescatistas el sentimiento de que están aportando algo por nuestra sociedad. Y esto no se trata solo de ayudar a los animales que encontramos a nuestro camino, sino de crear conciencia, para que lo poquito que podamos hacer se multiplique y genere un cambio global.

Reconozcamos el gran trabajo, vocación y pasión que tienen los rescatistas, cosa nada fácil, ya que transforman todos los días la vida de cientos de perros y gatos, y con ello fomentan una cultura de amor y protección hacia los animales que cada vez suma más manos a la causa. Ojalá que cada día haya más humanos que amen y respeten a los animales. Ojalá que haya nuevas almas queriendo rescatar.

“No hay legado más grande que dejar el mundo un poquito mejor de lo que estaba antes de que llegáramos a él”.